miércoles, 23 de mayo de 2007

Capítulo 12: Despedida

Finalmente Damián ha tomado una decisión y debe comunicársela a Juan Diego. ¿Qué dirá él al enterarse?

Al salir de la escuela, los Amigos del Misterio se dirigieron a la casa de Juan Diego, acompañando a Damián, quien quería devolverle aquel pañuelo especial y comunicarle frente a frente la decisión que había tomado.
Al llegar hallaron la casa en absoluto silencio y quietud y notaron algo extraño en el ambiente que no supieron explicar, como una sensación de vacío y de alivio al mismo tiempo. Tocaron el timbre, pero nadie salió a atenderlos. Entonces se dieron cuenta de que la puerta de rejas estaba sin llave y decidieron pasar al interior del jardín.
Golpearon la madera de la puerta de entrada con los nudillos y esperaron, pero fue en vano. No parecía haber nadie dentro.
Unos segundos después, Mauricio descubrió que una de las ventanas del comedor estaba sin traba y los llamó.
—Chicos, entremos a ver. No sea cosa que les haya ocurrido algo y nadie se de cuenta.
Los amigos aceptaron la idea y de a uno se fueron introduciendo dentro de la casa. Una vez dentro les sorprendió ver todo extrañamente vacío. Las paredes estaban desnudas y no había señales del gran tapiz que colgaba en el fondo de la sala, ni de los cuadros y platos decorados. Tampoco se veía silla alguna ni muebles, a excepción de la alacena de la cocina.
—¿Se fueron? —se preguntó Damián—. ¿Tan rápido?
Caminaron por la casa, buscando algún rastro de su presencia y no hallaron nada, hasta que ingresaron en el dormitorio de Juan Diego. Allí adentro, el único mueble que había era la cama, sin cobijas, y la mesa de noche; y sobre ésta, descansaba un sobre blanco que decía, con letras grandes: “Para los Amigos del Misterio”.
Damián lo agarró y estuvo a punto de abrirlo, pero lo pensó mejor y se lo pasó a su amigo Mauricio. Él, sin dudar, lo abrió con facilidad, ya que no estaba pegado, y extrajo de su interior unas hojas de cuaderno escritas con letra prolija.
—Leelas en voz alta, Mauri. —dijo Damián.
Mauricio se aclaró la garganta y comenzó lentamente. La carta decía:
—“Amigos del Misterio, me alegra mucho que estén reunidos leyendo esta carta, porque aquí quiero dejarles unas cuantas respuestas a todos ustedes.”
»“En primer lugar, y dirigido especialmente a David, decirle que no soy ni fui nunca un fantasma. Este es un punto que quiero que quede bien en claro, porque a mí tampoco me gustaron nunca los fantasmas.”
David abrió los ojos y todos lo miraron con reproche.
—“En segundo lugar, dirigido a Mauricio, le quiero pedir disculpas por haberlo asustado aquella tarde que nos conocimos y haber generado desconfianza en él, y luego, en todos ustedes. Me hubiera gustado mucho que nos hubiéramos conocido de otra forma, aunque eso hubiera implicado que jamás se crearan los Amigos del Misterio, ni viviéramos las aventuras tan entretenidas que vivimos. ¡Ah!, déjenme aclarar que digo vivimos porque, desde la distancia y utilizando el pañuelo que ahora tiene Damián en sus manos, pude compartir con ustedes todos los pasos de la investigación que me realizaron. Les juro que jamás me divertí tanto.”
»“A Mariana quiero expresarle todo mi agradecimiento por su espontánea decisión de ayudarme cuando todos los demás me dieron vuelta la cara y se rieron de mí. Descubrí en vos una persona muy valiosa y buena y creí que podríamos llegar a ser amigos, pero, lamentablemente, lo único que conseguí es ponerte en ridículo y hacerte pelear con los tuyos. Lamento mucho que esto haya pasado y hayas sufrido tantas burlas injustificadas y tantos maltratos."
»“Me alivia un poco saber que Damián está con vos, que siempre te cuidará y te querrá. Él es un buen chico y será un compañero ideal.”
»“También quiero dejar unas palabras a Guadalupe, con quien tuve poco contacto, pero con quien más me podía sentir identificado. Quiero decirte que yo sé muy bien lo que significa tener padres separados y padrastros que poco nos entienden, y que deseo que vos puedas lograr lo que yo no tuve la suerte de alcanzar: el cariño y la atención necesaria de parte de ellos.”
»“Algo que podría serte útil es demostrarles sinceridad e ir siempre de frente.”
»“Mucha suerte en tu vida.”
»“Finalmente, pensando en vos, Damián, quiero decirte que no puedo dejar de admirarte por la decisión que tomaste. El camino lento es una manera de ingresar en el mundo de los misterios y descubrirlos, pero principalmente apunta a alcanzar la felicidad, y vos ya la habías alcanzado, siempre la tuviste contigo. No te hace falta, por lo tanto, emprender un viaje que, finalmente, te conducirá al mismo sitio donde estás ahora. Tu camino a la libertad son tus amigos y tu familia y eso es algo que yo te envidio sanamente. El cariño que me brindaste en el poco tiempo de amistad que compartimos me hizo descubrir cuán importante es tener amigos.”
Una lágrima escurridiza rodó por la mejilla de Damián al escuchar estas palabras y no se preocupó en secarla. No tenía vergüenza de que lo vieran llorar la pérdida de un amigo.
Mauricio pasó a la siguiente hoja y continuó:
—“Te aclaro que mi decisión de mudarme tan repentinamente ya la había tomado un tiempo atrás, porque supe que vos decidirías esto y no quise continuar siendo un obstáculo con tus amigos. Ya mi madre me tiene inscripto en una escuela no muy alejada de aquí y continuaré mis estudios con las ganas que vos me enseñaste a tener.”
»“Sólo me resta decirles que les deseo lo mejor en sus vidas, que siempre crean que pueden lograr todas las cosas que emprendan, porque no existen los imposibles y que, tal vez algún día, grandes ya, con familia e hijos quizás, los caminos de la vida nos vuelvan a encontrar y recordemos estos momentos vividos con una sonrisa en el rostro.”
»“Les envío un fuerte abrazo y los tendré en mi corazón siempre. Juan Diego.”
Mauricio acabó la carta con voz quebrada y descubrió que todos estaban llorando.
—Jamás pensé que nos quisiera tanto —confesó Damián en un susurro apenas audible.
—Aquí atrás hay un post data —anunció Mauricio con los ojos enrojecidos—. Dice “PD: Damián, el pañuelo quiero que te lo quedes vos, como recuerdo. Es un simple pañuelo, pero acordate que puede ser un buen medio de transporte.”
Damián observó la tela hecha un bollo en su mano y sonrió. Levantó la vista y miró a sus amigos, que parecían animarse un poco. En sus ojos había un brillo especial, una luz como de un farol encendido.
—¿Quieren que les enseñe lo que se puede hacer con esto?

FIN

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